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Galeano: también desde Italia

En el marco de este "2021, año Eduardo Galeano"

la Fundación apoya esta actividad

Horario Uruguay: 16 horas

SE NOS FUE JULIO LOUIS

 

Con hondísimo pesar informamos el fallecimiento del profesor, amigo y colaborador de esta casa, Julio Louis.

Abrazamos a Amanda, su compañera, y a sus hijas Florencia, Magdalena y Delmira

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A LOS AMIGOS Y COLABORADORES DE LA FUNDACIÓN

 Las lamentables circunstancias de esta pandemia, que a todos nos implican, son para la Fundación de extrema vulnerabilidad, al no recibir aportes de ningún organismo público ni privado. A su vez, se ve impedida -por el momento- de realizar sus tradicionales actividades de recaudación de fondos, como el espectáculo artístico anual.

Es por ello que recurrimos a la solidaridad de nuestros amigos y fieles colaboradores para que, en la medida de sus posibilidades, nos ayuden a transitar estos inciertos momentos.

Les recordamos que las colaboraciones mensuales telefónicas se realizan a través de una ÚNICA llamada. Antel debita luego, todos los meses, el importe seleccionado.

ORGULLO DE LA TRÍAS: Josefina y "Terrorismo emocional"

Amigo/amiga de la Fundación Vivian Trías:

Compartimos la alegría de comunicar que Josefina Trías ha sido galardonada con el 1er Premio de Letras MEC 2020 en dramaturgia édita por “Terrorismo emocional”
Felicitaciones a Josefina y el abrazo a toda la familia

 

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CURSO: Revolución Oriental - de MARCIA COLLAZO

COMPARTIMOS

 

VIVIAN TRÍAS: a 98 años de su nacimiento

Las Piedras, 30 de mayo de 1922

 

No lograron silenciarlo

Carlos Machado*
 

Acosado por la dictadura que quiso silenciarlo cercándolo en Las Piedras (divulgaban entonces que se le impediría salir al exterior con orden de captura en puertos y aeropuertos, lo encerraban en su biblioteca), redobló su trabajo. Como había sucedido casi diez años antes. En la “predictadura” pachequista, heredera de un poder viciado por la violación cotidiana de todas las normas legales, lo habían encerrado durante varios meses en el calabozo de una guarnición. Allí escribió su “Juan Manuel de Rosas”. Dedicado a su madre (“que nació en Rosario de Santa Fe y amó entrañablemente a su patria, formó su hogar en tierra oriental y aquí murió blanca y cristiana”), ese libro encerraba la clave de muchos desvelos: “La historia del Uruguay es indesligable de la historia de la cuenca del Plata y, sobre todo, lo es en el período que empieza con la Revolución de Mayo y termina con la guerra de la Triple Alianza contra el Paraguay de los López. Porque en esa larga dramática etapa el objetivo de la Patria Grande sigue en juego; se lucha por ella y contra ella; se muere y se mata por ella y contra ella. Es hora ya de que los latinoamericanos nos desprendamos de la balcanización que el imperialismo nos impuso y pensemos a nuestro continente como una unidad desde todos los ángulos. Uno de ellos, justamente, el de la historia”.
(…)
Estudiante avanzado en el campo de la medicina, cursa un profesorado de filosofía y proyecta después su vocación docente al campo de la historia. La lección magistral de cada curso dejó en los estudiantes huellas reconocidas y se supo expresar en lazos afectivos duraderos. Prolongó la docencia a todos los terrenos: el corrillo en los patios y los corredores entre círculos ávidos, siempre, de sus opiniones; la charla, generosa, entre sus libros (la casa siempre abierta al que llegara), el examen convertido en diálogo didáctico, de tono coloquial y contenido sabio con saldo fermental.
Pero además, la calle. Y el Partido.
Adolescente apenas, se afilió al Partido Socialista del Uruguay (1938: tenía dieciséis años). En el cincuenta y uno está en su dirección y lidera en su seno a los grupos que quieren renovarlo para fundamentar y proyectar un socialismo nacional cuyos perfiles iba diseñando en seminarios, diarios y revistas.
En el 56 está en el Parlamento ocupando una banca hasta el 62. Son los años fecundos en que su pensamiento se traduce en los primeros libros y en que su partido –ya distanciado y pronto divorciado en todo parentesco con el juanbejustismo argentino– asume renovada identidad.
“El imperialismo en el Río de la Plata” (1960), “Las montoneras y el imperio británico” y “El plan Kennedy y la revolución latinoamericana” (1961) y “Reforma agraria en el Uruguay” (1962), traducen, de algún modo, la batalla que libra en otros planos. Anudada en lúcida propuesta formulada en el 56 (a una década y media, subrayemos, de la formación política del Frente Amplio): “necesitan (las masas) una nueva corriente política donde puedan florecer, sin limitaciones, una auténtica rebeldía y un verdadero progresismo…
“Ha llegado el momento de romper con la dicotomía que trababa una eventual mentalidad revolucionaria en el pueblo oriental. Esa es también función del partido Socialista. Recoger los hilos de la rebeldía y del progresismo y tejerlos en un nuevo movimiento popular inspirado por ambos y que a su vez supere a ambos”. Con un interrogante: “¿No debemos tratar de ofrecer a las masas populares un camino no tradicional más amplio que el que puede ofrecer nuestro Partido por sí solo?”. Y una convicción. “No se puede construir directamente el socialismo sobre la realidad del subdesarrollo y del estatuto colonial. En las naciones dependientes, atrasadas y marginales, como el Uruguay, es imprescindible cumplir una etapa previa insoslayable, que prepare y cree las condiciones requeridas para la construcción socialista. Esa etapa la designamos como etapa de la revolución nacional, porque su signo definitorio consiste en la liberación nacional del imperialismo. Los objetivos económicos y sociales de la revolución nacional no son de índole capitalista ni de índole socialista (…); son de índole específica y propia. El instrumento capaz de llevar adelante esa primera fase, no puede ser el partido político clasista. Sino el movimiento amplio que abarque a todas las clases sociales explotadas por la oligarquía y el imperialismo”.
A gestarlo y nutrirlo dedicó sus desvelos.
Rescató la mejor tradición artiguista, hilvanó rebeldías de la historia olvidada, desnudó la presencia del imperialismo en la larga rapiña económica que padecemos, descubrió la espesa telaraña de complicidades, nominó a las quinientas familias que son dueñas de todo, anudó relaciones adentro y afuera para sumar las fuerzas para la batalla. Arturo Jauretche y José María Rosa se contaron entre sus amigos. Celebró sus cartas; alimento y aliento.
Se multiplicaron los frutos. “La crisis del dólar y la política norteamericana” es del 65. “Por un socialismo nacional” es del 66. “Imperialismo y geopolítica en América Latina” aparece en el 67, repitiendo v arias ediciones. “Juan Manuel de Rosas”, mencionado arriba, es del 69. “La crisis del Imperio” es de 1970. “Nasserismo y caudillismo” es del 71. Buenos Aires empieza a recoger varias reediciones, de algunos de esos libros. Cátedra, tribunas, seminarios, revistas y centros partidarios divulgan una prédica que no tuvo desmayos. El Frente Amplio se concreta en el 71 y Trías, en lista socialista, retorna al Parlamento.
Es el año en que se publica, “Perú: Fuerzas Armadas y Revolución” sobre el experimento de Velasco. Y hay tiempo para publicar “Imperialismo y rosca bancaria en el Uruguay”, acta de acusación irrefutable…
En el 72, brillando en la labor parlamentaria, publica “El Uruguay y sus claves geopolíticas”, citado en el comienzo, y edita “Uruguay hoy: crisis económica y crisis política”.
El golpe no consigue silenciarlo.
En el 75, un cuaderno de “Crisis” (“Paraguay: de Francia, el Supremo, a la guerra de la Triple Alianza”) indaga en el pasado para encontrar causales de la pesadilla presente. Con aire enrarecido, también en Buenos Aires, aparece la “Historia del imperialismo norteamericano”, que editó Peña Lillo, otro amigo. El año terrible empezaba cuando apareció otro cuaderno de “Crisis” (“El imperio británico”).
En 1980, Laia de Barcelona repitió la versión de la “Historia del Imperialismo”. Se cerraba una lista integrada, además, por ensayos dispersos y cientos de trabajos en publicaciones periódicas o colectivas. Revistas colombianas y venezolanas contaron con su aporte permanente.
Dirigió, mientras pudo, la prensa partidaria. “Izquierda” por ejemplo, durante el pachecato, fue fruto de su aporte y de sus concepciones. Como “Patria”, en los meses muy duros del 74; o “La Plaza”, después.
Murió en 1980. En la misma semana de aquel plebiscito en que los uruguayos le dijeron que no a la consulta en que les proponían legitimar a la ilegalidad.
Vivió rebosante. Con insobornable lucidez. Con pasión generosa y con fervor porfiado. Con devoción por toda causa justa, sin conocer fatigas.
Así quemó su vida y dejó su legado.

Buenos Aires, octubre de 1987

 

*Carlos Machado (1937-2019). Profesor de Historia, docente en Argentina y Uruguay, periodista y ensayista

20 de mayo: MARCHA DEL SILENCIO

        

 

 

 

 

 

 

  

 

Un hasta siempre para el Yuyo - por Garabed Arakelian

Aunque nunca asumió poses de maestro sin duda lo fue, pues enseñaba sin proponérselo y más aún, sin que el beneficiario se diera cuenta. Para mí, Guillermo Chifflet fue eso: maestro de periodismo y de militancia. Lo cual, es una forma de decir: maestro de la vida.

Recuerdo la primera vez que hablé con él y le llevé a la redacción de El Sol, en Casa del Pueblo, mis primeras cuartillas sobre el conflicto de la carne. Me presenté y me hizo sentar, mientras que con tono jovial me decía: -“te esperaba la semana pasada, según lo que me adelantó Mario (Jaunarena)”. Yo pensé para mis adentros: ¿Es importante como para que me lo recuerde? Aduje exceso de trabajo, falta de tiempo y cosas por el estilo, pero me di cuenta que ese flaco no era ningún ingenuo: me estaba dando la bienvenida anotándome una falta y diciéndome, sin decirlo, que dar la palabra es compromiso a cumplir.

Tomó las hojas y las abrió en abanico sobre la mesa al tiempo que exclamaba: -pah!...escribiste largo ¿eh? Vamos a ver”. Las ordenó, tomó un bolígrafo y comenzó a tachar: una línea, dos, le mitad de la tercera. Saltó dos o tres líneas que salieron intactas y luego repitió lo mismo: tachó prolijamente, escribió interlineado, con una letra envidiable, hizo unas líneas descendientes uniendo lo que había escrito con otros párrafos y cuando terminó me dijo: “Está bastante bien, te hice algunas sugerencias, no lo tomes a mal, pero es para que vayas agarrando el estilo del semanario. Acostumbrate a escribir corto. Llevate el trabajo así lo estudiás. Esta semana sigue la movilización de los de la carne y creo que viernes o sábado tienen asamblea, seguí el tema, escribí cuatro carillas y te espero el lunes próximo a las tres de la tarde, ¿podés?”

Después vinieron largos y pesados años de militancia partidaria, de compartir horas de redacción y de cierre en El Sol y también en Época. Largas caminatas desde el centro hasta Paso del Molino donde lo dejaba y yo seguía luego por la empinada cuchilla de Agraciada hasta llegar a Belvedere. Eran oportunidades para hablar sin apuro de todo lo que nos interesaba: el país, el mundo, la política, el amor, el trabajo, la amistad. Caminatas en las que pude aquilatar su verdadera dimensión humana y su sapiencia. Era un gran lector, y aunque no sacaba a relucir fácilmente su formación doctrinaria, era sólido en ella como en todo lo que hacía. A lo largo de mi trato personal valoré sobre todo sus condiciones para la actividad política con rango dirigente, algo que no eludía pero que tampoco defendía de manera encarnizada porque el cargo o la posición no eran sus objetivos. Sería un error creer que no intervenía en las luchas de codicia personal simplemente porque era “bueno”.

Compartí con él tiempos de fuertes disputas partidarias que sacudían la interna: troskos, muspos, comunistas, leninistas, Internacional Socialista, tupas, Unión Popular, frugonismo, Frente Amplio con rupturas e integraciones, acceso al gobierno y lucha burocrática. En cada ocasión, buscaba al Yuyo y encontraba en él la palabra y la posición correcta. Me daba satisfacción coincidir con él, pues tenía la certeza de estar en lo justo.

Fueron muchos años, intensos, variados en el acontecer político. De esos en los que se pone a prueba el temple y la capacidad de los dirigentes. Y ahora con la perspectiva del tiempo compruebo que Guillermo era un político de primera clase. Antes que sus intervenciones en el ámbito legislativo lo escuché en la tribuna callejera. En cualquiera de esos ámbitos se destacaba su voz clara, sonora, su dicción y sobre todo el contenido conceptual de su discurso, esclarecedor y emotivo que arrancaba aplausos y adhesiones.

Sin embargo, ni en el Frente Amplio que lo contó entre sus fundadores ni en el Partido Socialista, Chifflet tuvo el espacio que corresponde a un dirigente político de primera línea. Por supuesto que era reconocido pero en la toma de decisiones, en las negociaciones importantes él no estaba. Cada vez que le preguntaba por ello me decía que estaba bien pues allí estaban los mejores. Sin embargo entiendo que quizás en un día no muy lejano habrá que responder a esa pregunta y analizar si esa imagen de bueno que se le adjudica no constituyó el mojón para su desarrollo en el plano político.

Ahora bien: ¿Cómo se puede escribir el panegírico de alguien que ponía coto a panegíricos y ditirambos, que no los ofrecía en vano y no los admitía para sí? Pocas veces su pluma se demoraba en hacer la apología de alguien pero cuando lo hacía ella era merecida. Es que era severo con la escritura, la palabra y el pensamiento.

Sé que a Guillermo Chifflet no le gustaría recibir tantos elogios, pero ya no lo puede impedir. Ahora se abre el capítulo de los merecidos homenajes y de las loas resaltando las virtudes y el reconocimiento a su condición de hombre humilde y bueno y muy inteligente. Nadie dirá lo contrario, tirios y troyanos coinciden, naturalmente, cumpliendo con el solo requisito de la sincera honestidad, en resaltar esas y otras características de su persona, ciertas sin duda y expresadas con buen ánimo.

Pero cuando leí y escuché ese torrente de conceptos, respetuosos en su totalidad, que se volcaron en los medios y las redes, coincidentes en resaltar su condición de “hombre bueno”, sentí que se podía, sin querer, cometer una injusticia en la valoración de su persona si solo se rescataba y subrayaba, de manera preponderante ese aspecto y recordé haberle escuchado criticar, en ocasiones en que se homenajeaba a luchadores fallecidos, que solo se hiciera hincapié en esa característica de la bondad, la solidaridad y otras virtudes. Supongo que por otro lado habrá quienes entiendan que introducir en un homenaje póstumo los aspectos referidos a su condición y militancia partidaria limitarían su verdadera dimensión. Pero si existiera ese concepto no dudo en afirmar que es equivocado, porque el Yuyo se hizo grande navegando en las aguas procelosas de la política y el periodismo comprometido, campos en los que se pierden amigos y se ganan enemigos. No se puede hablar de alguien como él, aún en términos laudatorios, si no se hace mención de su militancia política y sindical y su actividad militante.

Es que, precisamente, actuando en ese medio tan complejo y lleno de intereses y elementos contradictorios fue en el que Chifflet mostró sus características al actuar de acuerdo a sus principios. Y opacar esas facetas es disminuir su dimensión.

Él mismo, advirtió sobre esta posibilidad al estampar en el inicio del libro que dedicó a Frugoni con el título “De la discusión nace la luz”, este pensamiento que es a la vez una advertencia: “Con los grandes luchadores populares ocurre que en vida se les combate con furia y con las campañas más desenfrenadas. Pero después de su muerte se intenta convertirlos en íconos inofensivos; se busca algo así como canonizarlos, rodearlos de una cierta aureola de gloria para mellar el filo de sus ideas revolucionarias, envileciéndolas. Con Emilio Frugoni sucedió algo así”.

No puedo eludir afirmar que con Guillermo Chifflet nos puede pasar lo mismo.

Se nos fue el Yuyo. Hacía ya unos años que se había llamado a silencio. Simplemente se apagó. Sé a ciencia cierta que él hubiera preferido abandonar la partida de otra manera: combatiendo con la pluma y la palabra. Porque pude comprobar, y con satisfacción, que el Yuyo fue un “duro”. Las posiciones que adoptó y los argumentos que empleó justifican que en estos tiempos de blandura extendida, el ejemplo de los buenos y duros, como el Yuyo, se convierta en guía.

PRIMERO DE MAYO en tiempos de pandemia

Ver grilla de actividades en el documento adjunto

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