Tomo 16: Tres fases del Capitalismo
Prólogo de Danilo Astori. Después de leer este libro de Vivian Trías y de pensar mucho en todo lo que en el mismo dice y sugiere, no resisto la tentación de iniciar este prólogo con una reflexión de Lenin que el propio autor transcribe —recordándola y rescatándola— hacia las postrimerías del capitulo II: "...no hay nada más estúpido que deducir de las contradicciones del capitalismo su imposibilidad, su carácter no progresivo, etc.; eso es huir de una realidad desagradable pero evidente, al mundo nebuloso de las fantasías románticas. La contradicción entre el esfuerzo ilimitado por ampliar la producción y la capacidad de consumo limitada no es la única contradicción del capitalismo, que en general no puede existir ni desarrollarse sin contradicciones". Entre sus muchas virtudes, los análisis de Trías tenían —y siguen teniendo— la de saber elegir impecablemente las citas de quienes, habiendo realizado en el pasado contribuciones relevantes a la interpretación de hechos y procesos de la humanidad, continuaron luego constituyendo puntos obligados de referencia para los que asumieron la responsabilidad de avanzar por ese mismo camino de creación de conocimiento.
Y aquí vuelve a elegir bien en esa cita de Lenin: no sólo porque contiene una afirmación largamente avalada por la evidencia contemporánea y posterior a la misma. También porque sintetiza con diáfana claridad la actitud del autor de este libro, basada antes que nada en su propia autocrítica y simultáneamente en un permanente afán por percibir objetivamente las características de la realidad que observa, haciéndolas predominar respecto a los deseos y los voluntarismos de corte subjetivo. Por eso recurrió a una frase en que Lenin convoca a cuidarse de juicios definitivos sobre el capitalismo, como los que el mismo Trías había intentado en un par de estudios precedentes, al tiempo que ratifica la presencia de contradicciones como motor esencial de su expansión, sugiriendo la necesidad de buscar e identificar la renovada naturaleza de aquellas.
Todo eso está presente en este libro. La autocrítica constructiva primero, al ubicarlo no solamente como una mera continuación de “La crisis del dólar y la política norteamericana”, escrito en 1965, y “La crisis del imperio”, presentado en 1970, sino como un avance que, considerando las síntesis elaboradas en las obras citadas, toma nota de los nuevos procesos de los años setenta y procura efectuar —a juicio del autor— un conjunto preliminar de aportes a la imprescindible profundización de la investigación referente a los mismos. Por eso no es casual que esta propuesta de Vivian Trías, concebida hacia la finalización del decenio objeto de su observación, esté permanentemente impregnada de llamados de atención hacia los peligros que entraña la conclusión sobre el agotamiento de los mecanismos del capitalismo mundial para superar sus propias crisis. Y por eso también, más que nunca, esta obra plantea recurrentemente el carácter complejo de las tendencias históricas del sistema, cuya naturaleza “zigzagueante” —al decir del autor— no impide una trayectoria acumulativa, pero tampoco permite, al menos hasta el presente, la elaboración de pronósticos irreversibles. Y la verdad es que Trías se cuida mucho de caer en ellos: el último capítulo contiene —como veremos— preguntas y no respuestas.
Como siempre, humildad y rigor se integran equilibradamente al servicio de su búsqueda. Desde la misma introducción, Trías enfatiza el carácter ensayístico de su aporte, cuya finalidad consiste en llegar a la confección de “hipótesis de trabajo” que —a su vez— puedan guiar la continuación progresivamente profunda de los estudios sobre el tema. No obstante, no es este el único rasgo metodológico que deseo destacar. Hay otro que, por lo menos, resulta igualmente importante: la ferviente utilización de lo que el autor denomina “visión histórica”, y que representa la actitud de observar los procesos económicos insertos en su contexto global, que involucra simultánea e inseparablemente a hechos sociales propiamente dichos, políticos y culturales, determinando así —como nos lo recuerda— que las leyes históricas tengan una naturaleza tendencial y carente de la precisión de las que se formulan en el campo de la física.
El análisis crítico de elaboraciones conceptuales precedentes, realizado en base a una exposición clara y didáctica de las mismas, constituye otra de las connotaciones destacables que —siendo un rasgo permanente de la obra del autor considerada en su conjunto— está nuevamente presente en este texto. Como lo está también la fidelidad intelectual, aunque nunca incondicional, a las grandes vertientes del pensamiento económico, social y político, que constituyeron fuentes esenciales para la formación de Vivian Trías y el trabajo de análisis que, sobre esa base, desarrolló durante toda su vida con paciencia, tenacidad, intuición y espíritu renovador. Así, cada apelación a esas fuentes revela un profundo respeto, pero también la decisión de reconocer sus insuficiencias y la voluntad de contribuir a superarlas, sabiendo que el proceso de desarrollo científico tampoco tiene solución de continuidad en el ámbito del conocimiento social. La explícita aceptación del carácter inconcluso e incompleto de la teoría construida por Marx acerca de la crisis del sistema capitalista, la afirmación de que los estudios sobre la “crisis general del capitalismo” que elaboraron sus seguidores no resiste ninguna confrontación con los hechos, y la postura que el autor de este libro asume permanentemente en el sentido de detectar e incorporar la presencia de nuevas experiencias y procesos al esfuerzo general de interpretación de los aludidos acontecimientos históricos, constituyen —en conjunto— una adecuada ilustración de su actitud intelectual. Esa misma que se mantiene apoyada en la teoría marxista del valor, o la propuesta leninista sobre el desarrollo desigual y combinado.
Como el propio Trías se encarga de señalar en el capítulo III, la “tesis me dular” de su ensayo consiste en la percepción de la crisis experimentada por el capitalismo mundial durante el transcurso de los años setenta, como un factor decisivo de la tercera “época crítica” que vive dicho sistema en el siglo XX, articulando los aspectos económicos a un conjunto complejo de mutaciones sociales, políticas e ideológicas.
Al servicio de su elaboración, el autor nos propone un primer capítulo denominado “Historia y crisis”, en el que adelanta buena parte de la estructura conceptual básica a partir de la cual habrá de desarrollar su análisis. Así, nos expone allí las características fundamentales de los tres tipos históricos de capitalismo que se han sucedido desde los orígenes del sistema hasta la séptima década del siglo XX, la noción de crisis y el enfoque con el que esta última debe ser encarada, las contribuciones teóricas que diversos autores han realizado al estudio de los ciclos, y dos definiciones centrales para el progreso de su estudio: las que corresponden a los conceptos de “época crítica” y “época de expansión”.
Es desde este capítulo que Trías distingue el capitalismo esencialmente liberal con predominio mundial de Inglaterra; el de carácter monopolista e imperialista que nace hacia fines del siglo pasado y muere en la segunda postguerra de la presente centuria, y el de naturaleza monopólico-estatal, con integración internacional en torno a la economía de los Estados Unidos. El autor nos explica que los ciclos cambian en cada una de esas grandes fases históricas y recorre los diferentes aportes teóricos a la interpretación de los mismos, enfatizando en el hecho de que todos ellos se refieren a las dos primeras fases referidas, dejando un ancho campo para el estudio de las alteraciones temporales que caracterizan a la tercera. Durante la vigencia de esta última, nuevos fenómenos, como la coexistencia de inflación con estancamiento y aun con depresión, reclaman un progreso en la investigación y la interpretación de los procesos sociales.
En este marco general, propone la utilización de los conceptos de “época crítica” y “época de expansión”, estableciendo ante todo que se trata de etapas que se suceden de manera convulsiva y dramática, requiriendo —como experiencias complejas que son— la puesta en práctica de un enfoque de análisis esencialmente interdisciplinario, capaz al mismo tiempo de rechazar el facilismo de una aproximación lineal y captar toda la riqueza derivada de la inserción de los hechos económicos en su contexto histórico, pletórico de ingredientes sociales, políticos, ideológicos y culturales.
Como su nombre lo indica, la “época crítica” está atravesada por crisis económicas, pero también por conflictos de diversa índole, como los que enfrentan a las potencias imperialistas entre sí, y a estas con las áreas subordinadas, generando procesos revolucionarios triunfantes. Por una y otra razón acumuladas, el sistema en su conjunto tiende a sufrir un debilitamiento. Por otra parte, las “épocas de expansión” lo exhiben superando estos obstáculos en base al crecimiento y la ampliación de su poder en el mundo, incluyendo formidables renovaciones tecnológicas en el campo de la producción, y contrarrevoluciones en el terreno político que desandan caminos recorridos durante el transcurso de las crisis.
Con estos elementos, el autor ya prepara el escenario para abordar el tema central del libro: la crisis del capitalismo en los años setenta constituye un componente decisivo de lo que llama la tercera “época crítica” del sistema del siglo XX. Pero también adopta una postura intelectual que evita la vieja tentación mecanicista, y elige las dificultades de las interrogantes, las complejidades y el reclamo de la investigación detallada. En efecto, por una parte, nos dice que en las “épocas críticas” no todo es malo para el sistema, ni todo bueno en las de “expansión”. Pero sobre todo, nos convoca a desterrar las visiones irreversibles e irremediables, como las que de un lado proclaman la crisis general del capitalismo y su inexorable destrucción, y de otro se embanderan con una visión optimista cuya consigna central es la de que el capitalismo ya venció definitivamente y para siempre a sus contradicciones internas y a los conflictos derivados de las mismas.
Trías dedica el capítulo II de este libro al estudio del concepto de excedente económico y —lo que es más importante— a confrontarlo teóricamente con el contenido del razonamiento marxista clásico sobre la tasa de ganancia y sus tendencias históricas, así como a la observación de los papeles que uno y otra juegan en el desarrollo del capitalismo de tipo monopólico-estatal.
En particular, sobre la base de un planteo riguroso acerca de la corporación como piedra angular del sistema que engendra la segunda postguerra, el autor recurre a los aportes de Paul Baran y Paul Sweezy en el terreno de las definiciones de “excedente real” y “excedente potencial”, hurgando en sus comportamientos históricos. Así, comprueba sus tendencias incesantemente crecientes, y simultáneamente, la mayor velocidad de incremento del excedente potencial, hecho asociado a los problemas acumulativos del sistema para aprovechar toda su capacidad de producción y realizar materialmente los frutos de esta última. Son estas dificultades evidentes las que dejan intacta la estructura teórica marxista y sus conclusiones sobre el comportamiento de la tasa de ganancia, pero son también ellas las que generan un nuevo rostro en la evolución general del capitalismo y —por lo tanto— las que exigen una renovación de su interpretación.
Sin embargo, no es en este planteo donde radica la contribución principal del autor en este segundo capítulo. Es, en cambio, en el énfasis inequívoco que dedica a la presencia de lo que él llama las “contratendencias” que el propio sistema genera, y que son las que permiten neutralizar y superar los obstáculos de un creciente volumen de excedente que no encuentra espacios para la inversión rentable y reproductora. Estas “contratendencias”, cuyo efecto a la larga triunfante se verifica particularmente en las denominadas “épocas de expansión” incluyen, además del tradicional recurso de la inversión en el exterior, los gastos en investigación científica y la renovación tecnológica permanente; las campañas de propaganda con diferenciación de productos y “obsolecencias planificadas”; las erogaciones civiles del gobierno, como las que se realizan en el recinto de la asistencia y la seguridad social, y un creciente volumen de recursos asignados a la expansión militar y armamentista, así como al fortalecimiento de las defensas del sistema a escala mundial.
No está demás señalar que la especial importancia que Vivian Trías otorga a los procesos referidos no sólo es coherente con su postura intelectual general acerca del tema en estudio —planteada desde el primer capítulo— sino que significa también un adelanto de lo que luego será una constante en el resto de la obra: la permanente atención al juego de las “contratendencias” y los cambios que generan en el cuadro de contradicciones históricas del sistema.
La indiscutible erudición del autor emerge airosa y sorprendente en el tercer capítulo, dedicado a la observación global de los procesos revolucionarios y contrarrevolucionarios del siglo XX. Una por momentos abrumadora exposición de hechos y fenómenos acaecidos en todo el mundo, realizada desde una perspectiva simultáneamente amena, sintética y rigurosa, revela ante todo la cantidad y la riqueza de las lecturas realizadas por Trías, reafirmando una vez más el viejo principio de que el primer requisito para escribir consiste en leer.
En segundo lugar, cabe señalar que con las citas de esas diferentes experiencias, el autor va llenando la estructura conceptual acondicionada en los dos primeros capítulos. De esta manera, las definiciones de las “épocas críticas” y las “épocas de expansión” del capitalismo en el siglo XX, aparecen aquí referidas a evidencias concretas, y lo mismo ocurre —en especial— con el tratamiento de innovaciones tecnológicas fundamentales, así como grandes conflictos bélicos, en cuanto “contratendencias”' que permitieron al sistema no sólo sobrevivir sino, en última instancia, expandirse.
No deseo finalizar este breve comentario del tercer capítulo sin destacar en particular el planteo sobre las contradicciones históricas correspondientes al tipo o fase monopólico-estatal del capitalismo. Es en este planteo que Trías demuestra que la renovación de los estudios sobre el tema tienen como fundamental finalidad la de descubrir los cambios que se registran en las contradicciones aludidas, así como en la que —entre todas ellas— asume la categoría de principal. El autor define siete conflictos distintos y simultáneos y no vacila en identificar como el más importante al que tiene lugar entre los centros imperialistas y los movimientos periféricos de liberación.
En el capítulo IV, Vivian Trías aborda el estudio del ciclo económico a partir de la finalización de la segunda guerra mundial, y elige partir de una comprobación no sólo fundamental para los propósitos que él mismo persigue en este libro, sino para el propio debate actual, ese que —entre otras cosas— tiene que alimentarse con la lectura de obras como la que aquí se presenta. Me refiero a la característica que el autor destaca como rasgo central del capitalismo contemporáneo: la empresa privada no puede cumplir el proceso de acumulación sin la intervención asociada del Estado.
Sobre esta base que el autor define como “clave”, profundiza el análisis de los principales “mecanismos anticrisis” o “contratendencias” del sistema en el ámbito histórico concreto que nace en la segunda mitad de los años cuarenta. Esta observación se nutre no sólo con los procesos de “norteamericanización” de la economía internacional y la “internacionalización” de la economía norteamericana nacidos de los acuerdos de Bretton Woods, sino también de los efectos directos de la Segunda Guerra Mundial, la naturaleza de los gastos militares, el consumo que el gobierno hace del excedente potencial en recintos de carácter civil, la trayectoria de la innovación tecnológica y las acciones que se desarrollan en los terrenos de la propaganda, la presentación de productos, la absolescencia planificada y la anticipación de la demanda, con proliferación de instrumentos de crédito y endeudamiento generalizado. El lector comprobará así que ya a fines de los años setenta, Trías tomaba debida nota del proceso de explosión financiera que caracterizaba al sistema y que asumiría su máxima expresión histórica en la década siguiente.
En el quinto capítulo, Vivian Trías ingresa de lleno al estudio de la crisis de los años setenta, aportando lo que será la hipótesis fundamental al respecto: por primera vez en la historia, la ley del desarrollo desigual se torna desfavorable para los Estados Unidos. En este contexto, también hay hechos que el autor valora como nuevos, convocando a su investigación: la coexistencia de inflación con estancamiento y con depresión.
Cabe destacar que es en este tramo del libro donde Trías se mueve con versatilidad, mucho estudio previo y conocimiento cabal, en un recinto de problemas al que dedicó especializadamente gran parte de su obra como auténtico pensador: el funcionamiento y sobre todo las dificultades monetarias del capitalismo. Es así que el autor recorre con gran solvencia y solidez conceptual la compleja interacción entre la circulación de oro y dólares en el mundo, las distorsiones que dicho proceso desnuda, los efectos sobre la estructura productiva y la incidencia global de estas tendencias en la economía de los Estados Unidos.
Dos contribuciones relevantes surgen nítidas de este análisis. En primer lugar, la impecable definición de un conflicto cuyo carácter se exacerba en la década de los setenta: el que existe entre el dólar como instrumento anticrisis de los Estados Unidos, y como moneda de reserva mundial. En segundo lugar, el conjunto de elementos a partir de los cuales —y en coherencia con la reversión de los efectos de la ley del desarrollo desigual en el seno de los centros —el autor intuye y sugiere el crecimiento de una multipolaridad en la propia cúpula del sistema.
El capítulo VI está dedicado a una visión general del funcionamiento de la ley del desarrollo desigual y combinado a escala mundial, con la presencia de una brecha creciente entre las naciones “opresoras” y las “oprimidas”. Están allí presentes e interactuando, los grandes mecanismos históricos de la subordinación económica: el intercambio desigual en el terreno comercial; la concentración del progreso técnico y de sus frutos en el ámbito productivo, y la expansión del crédito y el endeudamiento en el recinto financiero.
De la lectura de este capítulo surge como aspecto destacable la incursión del autor en un área muy poco explorada por los cientistas sociales: la forma en que la periferia vive los ciclos económicos y, particularmente, las relaciones entre esa experiencia y la que exhiben simultáneamente los grandes centros. No obstante, no es este —a mi juicio— ni el único ni el más importante de los aportes que realiza. Así, deben ser incluidos en esta categoría al menos dos de los problemas que con su acostumbrada agudeza detecta y aborda. Por un lado, el llamado “food-power”, que alude al papel de control creciente que algunos centros como los Estados Unidos ejercen sobre la producción mundial de alimentos, y —especialmente— los cambios estructurales que trajo consigo la expansión financiera en condiciones de transnacionalización que se inició a mediados de los años setenta. En este sentido, Trías percibe no sólo el crecimiento de los préstamos y la deuda, sino también sus cambios fundamentales de composición, con su correspondiente influencia en la conformación del sistema financiero del mundo capitalista, así como en el funcionamiento de los mecanismos de esta naturaleza en las relaciones internacionales de dependencia.
No falta en este libro lo que podemos y debemos considerar una auténtica tarea de desmitificación. Es la que está incluida en el séptimo capítulo y su objeto está constituido por los llamados “milagros” en la jerga propagandística de la diseminación ideológica a escala internacional.
Así, dicho análisis, particularmente dedicado al “modelo” brasileño, desnuda todos y cada uno de los graves desequilibrios que primero acompañaron y luego —multiplicando y profundizando sus efectos— sucedieron al eufórico crecimiento materializado durante la dictadura militar que se inició en 1964.
Como siempre, Trías no deja a esta observación huérfana de su encuadre histórico y estructural. Por eso elige como base de su estudio la definición de tres modalidades de subdesarrollo que corresponden, respectivamente, a los tres tipos de capitalismo identificados en los puntos de partida de esta obra: la expansión hacia afuera, con exportación de alimentos y materias primas e inversión extranjera en enclaves mineros y servicios públicos como los ferrocarriles; la industrialización sustitutiva de importaciones con proteccionismo estatal y posturas “desarrollistas” en la conducción económica, y la ampliación de los espacios ocupados y las influencias ejercidas por las corporaciones transnacionales, exhibiendo en conjunto una nueva e integral dimensión en la operación de los vehículos de subordinación.
No puedo dejar de mencionar en esta apretada síntesis, las referencias que el autor realiza a los teóricos del neoliberalismo emergente, incluyendo sus observaciones acerca de las llamadas “crisis de keynesianismo” y “contrarrevolución monetaria”. Por cierto que a Trías no se le escapa la aguda contradicción entre los postulados desarticuladores de la intervención estatal en que se apoyan dichos teóricos, y el tipo de política económica que practican los centros con dosis crecientes de dicha intervención, en el marco de un sistema que —como él mismo explicó antes— reclama permanentemente la presencia asociada de un Estado cuya función central es consumir volúmenes considerables de excedente económico potencial.
Finalmente, las conclusiones y las perspectivas que el autor incluye en el octavo y último capítulo del libro, cierran armónica y coherentemente el contenido sustancial de sus planteos, pero también la naturaleza de los énfasis que eligió colocar estratégicamente a lo largo de su obra. Por eso, el libro no termina con respuestas, sino con preguntas.
Así, luego de anticipar algunas cuestiones fundamentales que originan preocupación creciente en el mundo, como es el problema de la calidad de la vida y el desarrollo referido a la soberanía de !a naturaleza y el ecosistema, el autor las contrasta con las inequívocas transgresiones que el capitalismo perpetra en relación a esos límites, como por ejemplo las que se materializan en el ámbito de la salud y la comercialización de medicamentos.
No es éste, sin embargo, el único adelanto que nos ofrece acerca de aspectos que hoy exigen nuestra atención. También se refiere desde este ángulo al desfallecimiento progresivo de lo que él llama “las posibilidades de autarquías económicas, nacionales o regionales”, lo que —en su opinión— “va de la mano con la «detente» política a nivel internacional”.
Este capítulo final no está exento de afirmaciones polémicas que, a la luz de acontecimientos posteriores que el autor no pudo conocer, han adquirido una nueva y desafiante dimensión: me refiero a los resultados de la planificación estatal en los países socialistas, sus logros, sus fracasos, y los nuevos acontecimientos políticos con los que se han visto crecientemente interrelacionados.
En todo caso, sin desconocer la discusión que podrían motivar las evaluaciones que aquí realiza Trías al respecto, ni la tristeza de no tenerlo hoy entre nosotros como participante activo y creativo de un debate que él mismo hubiera tomado la iniciativa de promover, creo que corresponde ahora hacer un esfuerzo por sintetizar las claves de las interrogantes que nos deja planteadas en el libro. Y no encuentro mejor manera de llegar a esa síntesis que no sea la de citarlo textualmente: “¿Es que la crisis de los setenta fue una simple inflexión del ciclo, aunque más honda y alarmante que las registradas anteriormente en la postguerra? ¿O se trata de una crisis profunda, que afecta a la misma estructura del sistema, que marca el fin de una época y la declinación irreversible de un «modelo» de capitalismo, aunque muestre alternativas en su curso?”
Es esa la pregunta central que nos legó Vivian Trías en éste, su último e inédito libro, escrito hacia fines del decenio de los setenta, muy poco antes de su muerte. El encuentro celebrado por las potencias capitalistas en Puerto Rico a fines de junio de 1976, y del que derivaron recomendaciones que apuntaban a enlentecer deliberadamente el ritmo del crecimiento, no hizo más que alimentar sus dudas y su convocatoria a la continuación del esfuerzo investigador e interpretativo.
Vivian Trías fue siempre un riguroso analista. Sólo que el rigor nunca ahogó su emoción, que supo ocupar permanentemente un lugar junto a su intuición, esa rara y principal virtud de la inteligencia. Por eso, la brecha cada vez mas grande entre los centros y la periferia es —ante todo— un reto a esta última, que el autor identificaba sin renunciar a su visión progresista de la vida: “Lo ocurrido en la crisis de los setenta es alentador; varios eslabones de la cadena imperial se han roto irreversiblemente y no sabemos cuántos más pueden quebrarse. Pero eso depende de los pueblos, del «hombre subdesarrollado»; él protagoniza su propia historia, aunque, como decía Engels, no en las condiciones que él elija".
Claro que sí, maestro. Gracias por los hallazgos, las dudas, y también las equivocaciones.