Tomo 3: Juan Manuel de Rosas

Prólogo de Alberto Methol Ferré. Toda historia tiene sus malditos. No hay historia sin ellos. Todo panteón de héroes tiene su reverso. Así, los malditos son necesarios. Sólo que varían según la época, valores, intereses y necesidades de quién escribe la historia. Hay unos más malditos que otros. Y en la historia nuestra del Río de la Plata, uno de los más sigue siendo Juan Manuel de Rosas. Entonces ¿por qué Trías se encara con Rosas?

Los perdedores son los grandes proveedores malditos. Perder implica siempre una herencia de "maldición", pues los ganadores son los que levantan a su imagen y semejanza la galería de los benditos, de los que la posteridad dice bien. Por lo menos mientras se mantengan los mismos ganadores. Nuestra historia rioplatense del siglo XIX conserva todavía como su mayor maldito a Juan Manuel de Rosas, aunque la lucha ideológica a su alrededor se ha intensificado, al punto que sus grandes detractores -como Mitre y Sarmiento- si todavía tienen un pie en los benditos, el otro les ha resbalado hasta los malditos. Pero, la verdad, no cualquieras alcanzan estas estaturas: tienen que encerrar muchas significaciones y claves para nuestra autocomprensión histórica. De todos modos hay algo claro: aceptar tal cual los malditos de la historia oficial, es aceptar implícitamente la ideología del statu-quo. Quienes asuman la crítica de un statu-quo, tienen que por lo menos revalorar la galería de los malditos, reinterpretarla. Sin revisión histórica no hay pensamiento realmente nuevo.

Atreverse con Rosas, es una audacia y novedad de Vivian Trías. Aunque no extraña; todo revolucionario tiene vínculos sutiles con algunos malditos de la historia vigente. Tomaba un claro ardiente. Uno de los prejuicios capitales de la izquierda clásica rioplatense, que recibía de la hegemonía liberal decimonónica. ¿No era Rosas una empresa imposible para un socialista? Trías demostró que no era imposible para un socialismo nacional que, en la post-guerra del 45, fue la gran novedad intelectual y política que encarnó el mismo Vivian Trías en nuestro país.

Con este libro, Trías define así su propósito: "Nuestro tema es Rosas y su política, en función de esa básica preocupación del pasado, del presente y muy singularmente del porvenir: la Patria Grande". Y agrega: "es que en su tiempo y en su política se dirimen cuestiones fundamentales como el imperialismo, la suerte de las masas, la violencia ¿y no son éstos los grandes problemas de la juventud contemporánea? no aspiro a otra cosa que pergeñar algunas respuestas para un tema grávido de dudas y puntos en litigio"

Así el Rosas de Trías es un acto político de importancia. Acto político no ajeno a los requisitos del estudio, de la objetividad, de la exigencia de verdad, que es adecuación con la realidad misma. Acto político no implica subjetivismo ni arbitrariedad. El resultado de Trías es esta magnífica síntesis. El temple de la novedad se prueba por su capacidad de superar encrucijadas difíciles. Tan ardua como para el cineasta Eisenstein un Alejandro Nevski, terrateniente y santo de la iglesia ortodoxa, fue esta prueba. Y Trías salió airoso, en una de sus mejores obras. Sólo con lo muy bueno se podría sobrepasar -desde tantos ángulos- el peso de la maldición de Rosas.

Así por su consistencia, el Rosas de Trías marca un jalón en nuestra historiografía, una innovación: revela un profundo giro histórico, que se evidencia justamente en el cambio de algunas valoraciones fundamentales. Pero ese Rosas no es un acto aislado. Es un acto consecuente. Se integra en la dinámica de la totalidad de la obra de Trías, es sólo un eslabón. Lástima grande que falte el "Artigas" de Trías, libro que ya tenía listo y que fue requisado en uno de los allanamientos que hizo a su casa la dictadura. Hasta hoy esos originales no han podido localizarse, si es que no fueron destruidos irresponsablemente. Este "Artigas" hubiera sido seguramente el cimiento del conjunto de su obra histórica nacional. Queda el consuelo de que la ubicación que Trías hizo de Artigas está muy clara en decisivos momentos de su obra édita. Artigas es el criterio del Rosas, su medida. Rosas no se juzga desde Mitre y Sarmiento, sino desde Artigas. Así, el Rosas toma pleno sentido en el movimiento de revisión histórica total que hizo Trías. Y esa revisión histórica total no puede comprenderse sin la perspectiva del socialismo nacional de Trías, y viceversa: sin esa revisión histórica no se comprende lo propio del socialismo nacional de Trías.

No corresponde aquí realizar una reflexión sobre el socialismo nacional de Trías. Para mí, en su momento, a mediados de los años 50, fue sorpresa y raíz de una amistad indeclinable, a través de muchos avatares, juntos y separados. Algo podríamos decir en general respecto al socialismo nacional de Trías, a su índole, génesis, vicisitudes, pues valdría mucho la pena ya que es asunto de primera importancia para las nuevas generaciones uruguayas post-dictadura, si quieren ahondarse intelectual y políticamente. Sin abrir una gran discusión sobre la obra de Trías no creo posible una auténtica maduración del pensamiento político nacional, acorde con las instancias que nos abre la historia. Sólo quiero acotar que la reflexión de Trías enlaza radicalmente con los movimientos históricos profundos de liberación nacional que formaron la conciencia "tercermundista" y la mejor realidad y aspiraciones del Tercer Mundo, particularmente América Latina. Es que Trías fue uno de los que más popularizó en su momento -y era entonces una rareza- la perspectiva y arraigo del nombre "Patria Grande".

Pero todo va más hondo. Viene de grandes esperanzas soterradas en nuestra historia, en nuestros progenitores. Es altamente significativo y paradojal que sea nada menos que el Rosas la obra que lleva la dedicatoria del amor filial, que se une con el amor a su pueblo, tan oriental como rioplatense. Trías sabía que la reflexión histórica más objetiva, sólo puede alcanzar estatura si mana de amores primordiales. Sólo desde ellos se puede luchar por la liberación de los hombres, de los hermanos.